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Villacazorla, buena calidad y mucha cantidad

Situado en pleno Parque del Castillo de Villaviciosa de Odón, el restaurante Villacazorla es un auténtico emblema de la cocina casera. Su dueño, Emilio González lleva toda la vida detrás de los fogones y transmite en cada uno de sus platos el cariño de la comida hecha como en casa. Emilio es el creador y cocinero de todos sus platos.

Laura Cueto Morillo / Fotografía: David Pérez Pacios

La cocina de Villacazorla es cocina hecha con cariño y con amor. Pero también es comida sabrosa y en abundancia. Cuando uno va a comer a Villacazorla no se queda con hambre: la relación calidad, cantidad y precio, es algo fuera de lo normal.

Un negocio familiar que se instaló en Villacazorla hace más de 7 años. Así es como uno se siente cuando va a comer a Villacazorla: en familia. El servicio es agradable y atento, pendiente de los clientes en todo momento para todo tipo de preguntas y curiosidades.

Para ir abriendo boca, un Paté de Oca Casero, recomendado previamente por los que ya habían tenido el placer de probarlo. Su textura suave y la combinación con la mermelada de arándanos hacen de este paté casero una auténtica maravilla. Los ingredientes: hígado de oca, cebolla, ajo, vino blanco, especias (tomillo, romero, orégano, comino y pimienta), manteca de cerdo y mantequilla. Todos ellos combinados dan lugar a uno de los patés más sabrosos que he podido probar.

Siguiendo con los entrantes, Gambones del Mediterráneo, a la plancha, con sal gorda y un auténtico sabor a mar. La sencillez en la cocina es a veces la mejor propuesta. Para acompañar la comida, un pan casero (Tarta de Aránda) hecha con aceite de oliva que Villacazorla lleva ofreciéndole a sus clientes desde hace 20 años. Una cocina de toda la vida.

El entrante estrella es sin duda la Parrillada de Verduras: calabacín, tomate, espárragos trigueros, berenjena, champiñones y setas. Todo a la plancha con un elemento secreto en la receta: se meten en el último momento en el horno para que no se ablanden demasiado. Las verduras no quedan nada aceitosas, al contrario, es un plato, que además de ser sano tiene mucho sabor.

Para acompañar los entrantes, un vino blanco, refrescante y fresco para el paladar: un Veliterra Verdejo del 2010, el vino de la casa.

He obviado hablar de la cantidad de comida que traía cada entrante, pero ya he mencionado al principio que nadie se queda con hambre al salir del restaurante Villacazorla. Y si sobra comida, tampoco es un problema: en Villacazorla muchos salen con un tupper debajo del brazo.

Los segundos empiezan con mucha fuerza cuando el camarero, Emilio, hijo del dueño, deja encima de la mesa una majestuosa fuente de Arroz con Bogavante y Vieiras. Un arroz caldoso y muy jugoso que es una de las especialidades de la casa. Los mariscos sabían a mar.

Cuando ya pensábamos que los postres estaban al caer, Emilio nos sorprende una vez más y aparece con una fuente de Lomo de carne roja gallega filetada con sal gorda. La originalidad del plato está en su preparación: “a la piedra” para que cada uno de los comensales cocine la carne a su gusto.

Para bañar los segundos un Ribera del Duero, un vino con el que uno nunca falla. Vegareal Doble Roble del 2008, recomendado por la casa. Un vino joven que es el más indicado si vamos a comer algo de carne, no muy conocido pero sabroso y muy económico (alrededor de 14 euros).

Muy a nuestro pesar, llegamos a los postres con el que quisieron sorprendernos manteniendo el secretismo hasta la llegada del plato. Un surtido de Milhojas y Tarta de queso con arándanos son el broche final para una velada gastronómica maravillosa.

El restaurante Villacazorla no está a la vista. Muchos van porque saben dónde encontrar comida de calidad, en abundancia y sentirse acogidos por un restaurante que bien podría ser el comedor de sus casas. Muchos son los clientes fieles de Villacazorla y muchos más podrían ser si todos supiesen lo maravilloso que es este lugar.

Para los interesados, saber que aunque pueda parecer sorprendente, el menú completo que degustamos (“Menú de degustación”) sólo os costará 32 euros. Y más económico pero no menos sabroso ni menos abundante, el menú diario solo cuesta 10 euros. Unos platos con los que vuestros paladares disfrutarán de una comida hecha con las manos y el corazón del que lleva toda su vida dedicada a los fogones.